Este texto gira en torno al tema central siguiente: los jóvenes poseen una curiosidad natural por aprender y una necesidad profunda de ser amados y de amar. En su maduración, y desde la vulnerabilidad propia de la falta de experiencia y juventud, pueden equivocarse pero, con esfuerzo y acompañamiento, también aprenden de sus errores. Los adultos del entorno de estos jóvenes podemos ser de gran ayuda para que sus equivocaciones se conviertan en ocasiones de crecimiento.En primer lugar, explico cómo, en un viaje que hice a Roma, surgió la idea de plasmar mis experiencias en un texto que pudiera compartir con jóvenes y adultos. Después de explicar por qué cualquier propuesta debería transmitirse con “amabilidad”, intento precisar cómo entiendo que deberíamos acompañar a los jóvenes desde la misericordia, es decir, combinando el amor con la verdad. A continuación, tras hacer una breve descripción de la generación-i, jóvenes nacidos entre 1995 y 2012, describo el entorno social en el que nos encontramos para explicar y denunciar la espiral del silencio como estrategia que merma la libertad de expresión y destruye el diálogo. Impide que podamos libremente decir a los jóvenes la verdad sobre cuestiones que afectan al enamoramiento, el amor y a su sexualidad.Desarrollo más esta idea central en los tres últimos capítulos. Empiezo por la descripción de los mensajes que constantemente reciben los jóvenes. Sigo con la descripción de su sufrimiento, consecuencia de las decisiones equivocadas resultantes de escuchar dichos mensajes. Finalmente, propongo lo que deberíamos decirles si queremos que sean libres de verdad para tomar mejores decisiones. En cada uno de estos tres capítulos, refuerzo estas ideas utilizando los mismos 5 ejemplos: el problema de la disforia de género, el mensaje de carpe diem (vive el momento), el mensaje del sexo seguro, la pornografía y el ChemSex (sexo con consumo de drogas). Concluyo con la afirmación siguiente: Debemos querer de verdad a los jóvenes, diciéndoles la verdad.

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